Millones de españoles nos
sentiríamos reconfortados si un banquero, al menos uno, se asomara ante
la opinión pública y pidiera perdón. A título personal, o en
representación de un colectivo que –a pulso se lo han ganado– representa todos
los males que están acabando con este país llamado España: falta previsión,
ambición desmedida y egoísmo.
Después
del suicidio de Amaya, una de las últimas desahuciadas –es muy probable
que, a la misma hora, otras familias fueran expulsadas de sus hogares–, hemos
leído y escuchado las declaraciones de políticos y jueces. Tanto
unos como otros han reconocido que había que parar esta desenfrenada locura de
los desahucios. Y es que, además de la propia conciencia, su integridad ya empezaba a correr
serio peligro. Para qué nos vamos a engañar.
Hemos
tenido noticia, eso sí, de algún gesto, como el protagonizado por Kutxabank,
el banco surgido de la fusión de las cajas de ahorro vascas. Esta
entidad, según hemos leído en La Vanguardia, suspenderá de “forma
inmediata” todos los procedimientos de ejecución hipotecaria hasta que se
conozca la nueva legislación en la materia.
La gélida
reacción del banco vasco –a través de un impersonal comunicado de
prensa– podría haber venido acompañada de algo de esa humanidad a la que
apelaba ayer Rajoy. Pero nada.
Tampoco es
que sean muy reconfortantes las declaraciones del presidente del Banco Popular,
Ángel Ron, quien –según indica Europa Press– ha avisado de
que introducir
cambios en la ley hipotecaria para paralizar los desahucios podría “premiar” el impago y añadir “dificultades” a la
recuperación de la economía”. Ron ha añadido que “lo que se haga, que no
perjudique a la inmensa mayoría que paga”.
Como se puede comprobar, mucho
espíritu humanitario tampoco hay en estas declaraciones. Aunque no debemos obviar que “en los últimos tres años, Popular sólo ha ejecutado un
desalojo y posteriormente procedió a readmitir a la persona afectada”, según asegura el banco a Europa Press.
Asimismo,
informa la agencia Efe que “Bankia ha decidió paralizar tres
desahucios en Tenerife, uno de ellos tras una huelga de hambre que ha
mantenido durante varios días una de las afectadas” ante una sucursal en la capital
tinerfeña. La entidad –cuya nacionalización, por cierto, vamos a pagar a precio
de oro todos los españoles– se ha apiadado de la familia tras una reunión
celebrada, este mismo sábado, entre representantes del banco y el alcalde de
Santa Cruz. Toda una gran muestra de humanidad, desde luego.
Podríamos
seguir así, recorriendo la geografía nacional, y no pararíamos de
encontrar dramas familiares –con la sangre hirviendo por las venas de los
afectados– y la gélida reacción de unos banqueros incapaces de dar una muestra
pública de humildad.
Ellos, que
han contribuido en gran medida a que España esté sumida en la desesperanza. Los
mismos que, habiendo hundido cajas de ahorros que se nutrían de dinero
público, han otorgado jubilaciones de oro. Políticos –a derecha
e izquierda–, sindicalistas –tampoco dijeron nada desde unos consejos
de administración extraordinariamente bien remunerados– y empresarios –que se
beneficiaron de créditos blandos– también son culpables del drama.
Algunos
han empezado a reconocer sus desmanes. Otros, altaneros y con la jubilación
bien asegurada, se limitan a conceder ‘moratorias temporales’ para las
hipotecas de algunas familias desesperadas. ¡Qué humanidad tienen los banqueros!
No hay comentarios:
Publicar un comentario