Un
nuevo intento de suicidio, también asociado
a la crisis económica, ha adquirido
hoy un cierto protagonismo en los diarios
digitales. Se trata de un antiguo tabú
de la prensa –existía la norma no
escrita de obviar a los suicidas para no incitar nuevos casos– que ha pasado a
la historia. Y es que, con las redes sociales, es imposible ponerle puertas
al campo.
Sin
embargo, en este último caso, sucedido en Valencia,
ocurre que el hombre que se arrojó –desde una segunda planta– no llegó a perder
la vida. Entonces, ¿vamos a publicar todos los intentos de suicidio? Es
de suponer, por la salud mental de los lectores, que no. Pero nos hemos topado
con un “desahucio”, palabra íntimamente
asociada a esta fase de la crisis, como “rescate”
o “prima de riesgo”.
En
este sentido, comentaba esta mañana un lector de El Mundo la noticia del mencionado intento de suicidio: “Ayer un
hombre se ahorca, hoy otro se tira por el balcón. La desesperación a la que
están llevando a los ciudadanos estos gobiernos matones de la banca es impresentable.
En el 29 los que se colgaban de una soga y se tiraban por los balcones eran los banqueros”.
¿Qué
nos está ocurriendo? En La Vanguardia podíamos
encontrar a principios de este mes una noticia, titulada así: “El suicidio pasa
a ser la primera causa de muerte de los catalanes de entre 30 y 44 años”. La
información, firmada por la agencia Efe,
citaba como fuente a la Federación
Catalana de Asociaciones de Familiares y Personas con Problemas de Salud Mental
(FECAFAMM). Ésta puso de relieve el trágico dato durante la conmemoración
del Día Mundial de la Salud Mental,
celebrado en Sabadell.
El
presidente de FECAFAMM, Xavier Trabado,
apuntaba, asimismo, que hasta 2007, “experimentamos una bajada del número de
suicidios, pero desde entonces existe una tendencia al alza”. Señaló también –según
recogía La Vanguardia– que “el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años, una
tendencia al alza que en la entidad atribuyen en parte al endurecimiento de la crisis económica y al incremento de los casos de
depresión”.
El
argumento de la sociedad débil,
basada en una enseñanza demasiado permisiva y una relajación de los valores, de
inmediato nos viene a la cabeza. Pero eso lo dejaremos para otra reflexión. El
caso es que suicidios como el de Amanda
Todd –la canadiense de 15 años que
recientemente se quitó la vida tras colgar un video en Internet donde explicaba el ciberacoso del que fue víctima– o la
mujer que se quemó a lo bonzo a
finales de agosto en un cajero automático de Barcelona –tan terrible imagen, asociada a un banco hoy es noticia
segura– deben hacer que nos planteemos muchas cosas. Incluida la manera de
difundir la información.
Y
no se trata de coartar la libertad de nadie para escribir aquello que considere
que es noticia.
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