El Ideal Gallego publicaba, este pasado domingo, una entrevista
con el concejal de Seguridad Ciudadana y teniente alcalde del Ayuntamiento
de La Coruña, Julio Flores, que titulaba con una auténtica
declaración de principios del edil: “Entiendo que el ciudadano de a pie piense
que todos los políticos somos corruptos”.
En realidad, el concejal –en el contexto de la operación Pokemon–
ampliaba de esta manera el abanico de la corrupción: “Si se produce una
operación de este tipo donde están imputados políticos, funcionarios y
empresarios, con la que está cayendo, entiendo que el ciudadano de a pie diga
que todos los políticos somos corruptos, que todos los funcionarios son
corruptos y que todos los empresarios son corruptos”.
En un arranque más de sinceridad, el edil coruñés
añadía sobre la corrupción: “Me gustaría que no existiese, pero es inherente al ser
humano desde el principio de los tiempos y es la triste realidad”.
Como recogía ayer el diario canario La Provincia, recordando una crónica de
Claudia Müller, corresponsal del Handelsblatt alemán, “el problema de España es una clase política corrupta,
que no persigue como debiera la corrupción, y un exceso de administraciones y
enchufados”. Y, como no podía ser de otra forma, los políticos ya se han
situado –según el último barómetro del CIS–
como la tercera preocupación de los ciudadanos.
De ahí, que resulte cuando menos peculiar la apelación
de los políticos catalanes al “objetivo que la ciudadanía ha expresado y que
hay que medir”, según indicaba Ernest
Maragall en la presentación del manifiesto de Nova Esquerra Catalana.
Ese objetivo no es otro que –en palabras de Artur Mas, repetidas de nuevo este fin de semana– el de “avanzar
hacia la soberanía nacional”.
El mencionado Mas,
en un alarde de grandilocuencia, señaló ayer: “Sólo soy un servidor de una
causa histórica que es la libertad y la plenitud nacional de Cataluña”. Todo ello, aderezado con
ideas como “construir una mayoría social” y “emplear la radicalidad
democrática”. Al menos, dijo que su “misión histórica” no era “mesiánica”.
Y es que ese ‘problema de los políticos’, que tanto
inquieta en el conjunto de España, ¿ha dejado de preocupar súbitamente en
Cataluña? Resulta difícil creerlo cuando a finales de 2010 ya se mostraba, en
un sondeo de la Oficina Antifraude de
Cataluña,
que un 53,8% de los ciudadanos de esta Comunidad consideraban que “la corrupción había aumentado en los últimos años”.
Además, un 60,5% aseguraba que “en Cataluña había bastante o
mucha corrupción”.
Pero ahora todo aquello ha pasado al olvido,
puesto que los medios de comunicación se centran en cuestiones como el referéndum que piensa convocar Mas –en
caso de volver a gobernar durante los próximos cuatro años– y cuya pregunta se
ha filtrado que será: ¿Desea que Cataluña sea un nuevo estado de la UE?
La lucha contra la corrupción se dejará para otro momento o, sencillamente, se obviará. Todo sea por atender el 'clamor del pueblo y su derecho a decidir'.
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