miércoles, 21 de agosto de 2013

Un maquinista en el país de los escaqueados

 
Vivimos en un país de escaqueados, donde la culpa de nuestras desgracias siempre es de otro. Así, los de ADIF –la dueña de las vías por las que circulan nuestros trenes– dicen que no saben quién era responsable de la seguridad en el tramo donde descarriló el tren de Santiago. Vamos, que se ponen a echar balones fuera, cuando hay 79 muertos y más de 150 heridos.
 
Ahora la asesoría jurídica de ADIF dice que “está evaluando el auto, porque no está muy claro qué personas son las que el juez pide y se está viendo con el juzgado”. Y se quedan tan panchos. El caso es que, navegando por su página web, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) tiene, como corresponde, un ‘código ético y de conducta’.
 
Pues bien, en la página 8 del mencionado código ético –que puede descargarse en Internet– se asegura: “Somos responsables de nuestras acciones y hacemos, en cada momento, las cosas del mejor modo posible. Especialmente cuando interactuamos con quienes acuden a nosotros”.
 
En un país serio, los responsables de la seguridad tendrían nombre y apellidos desde el primer día. Además, Gonzalo Ferre, el presidente de ADIF, que es una empresa pública dependiente del Ministerio de Fomento, no habría escurrido el trágico bulto. Y rendiría cuentas en el Parlamento.
 
Esperemos que el marrón de comparecer ante el juez no se lo endosen a un becario o a un holograma. Aunque, después de que el ayuntamiento británico de Brent haya sustituido a una recepcionista por una ilusión óptica, cualquier cosa es posible con tal de escaquearse.
 
Ya se sabe que los políticos –y el presidente de ADIF, además de funcionario en la excedencia, lo es– son auténticos profesionales en el arte de mirar para otro lado. Ferre, además, tiene una dilatada carrera como directivo en empresas públicas –como la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre o la Empresa Nacional de Autopistas–, así como en concesionarios y contratistas del Estado –como Itínere, Abertis y Sacyr Vallehermoso–.
 
Por eso, si el juez pretende llegar hasta él, va a tenerlo crudo. Y el maquinista, lo siguiente.

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