lunes, 12 de agosto de 2013

Banderas con el Toro de Osborne para recibir a la flota británica

 
Vivimos en un país que se la coge con papel de fumar, donde aparece un toro y se lía. Porque aquí, cuando no son los que protestan contra el maltrato animal –que suelen aprovechar para despelotarse– le toca a los políticos nacionalistas de Cataluña, que son otros exhibicionistas y tienen alergia a todo lo español.
 
Y ahora resulta que cuando el marchador murciano Miguel Ángel López aparece tras ganar su medalla de bronce junto a una bandera con el Toro de Osborne, hay quien se sube por las paredes. ¿Pero no habíamos quedado en que la Selección Española de fútbol se convirtió en La Roja y la de baloncesto en la ÑBA? ¿O es que no jugamos a las banderitas autonómicas cuando nuestros futbolistas ganan alguna competición?
 
Si hasta Javi Martínez, defensa del Bayern Munich se puso a celebrar la última Copa de Europa con la bandera de su pueblo, que tiene su guasa. Y es que –nuestra memoria es muy frágil– ya casi nadie se acuerda de Susaeta, un jugador del Athlétic de Bilbao, que hace unos meses hablaba de ‘la cosa’ para evitar decir España cuando fue convocado para la Selección.
 
La foto del atleta de Murcia, de Llano de Brujas, resulta entrañable. Porque reivindica los noventa Toros de Osborne que aún quedan en nuestras carreteras. Esos gigantescos morlacos que sufren el maltrato de tanto cafre que utiliza su corpachón indefenso, y sus atributos, para hacerle pintadas o meterse con España.
 
Menos mal que siempre nos quedará el recuerdo de Javier Bardem, que en ‘Jamón, Jamón’ seducía a una jovencísima Penélope Cruz. En Los Monegros, a la vera de un Toro de Osborne y gracias a Bigas Luna, que decía amar a las mujeres mediterráneas porque “mientras comemos hablan de comida”. Y es que, según ese director tan peculiar, el amor y la belleza se disfrutan comiéndolos, algo imposible de entender por un anglosajón.
 
Ya puestos, podríamos recibir a la flota británica con los pesqueros de Algeciras luciendo banderas con el toro. Total, el apellido Osborne viene de un inglés que se instaló en Cádiz en 1772, casi sesenta años después de que el Reino Unido se plantara en el Peñón de Gibraltar.
 
Pues yo, en esta nueva guerra de Gila, reivindico el Toro de Osborne. Y olé.

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