Vivimos en un mundo donde ya no caben más
frikis y morbosos. Por eso, los políticos, en lugar de andar cambiando los nombres
de las calles, deberían agruparlos por barrios. Así, crearían itinerarios
turísticos muy rentables, por ejemplo, con los militares golpistas. Pero nada,
que no aprenden.
Y resulta que la penúltima ocurrencia –en
este país no tenemos límite– viene de Sitges.
Allí, como a los concejales de Convergencia
i Uniò les da un sarpullido cada vez que alguien pronuncia el nombre de España, han decidido que el Estado maltratador ya no tendrá su plaza.
Otros pueblos de Cataluña, como Calella o El Perelló también están enviando al cubo de la basura las placas
de calles como Constitución y Juan Carlos I. Y es sólo el principio.
Si es que no aprenden. Porque, al mismo
tiempo que practican ese deporte tan ibérico que es meter el dedo en el ojo del
vecino, podrían sacar un beneficio económico. Y ya que somos un desastre como Estado, deberíamos rentabilizar nuestra mala leche.
Así, a un barrio de Sitges, por ejemplo, podrían llevarse las calles España, Constitución y Juan Carlos I.
Y crearían vías aledañas –también cogiendo parte de otras existentes– con los
nombres de Iñaki Urdangarin, Luis Bárcenas, Gerardo Díaz Ferrán o ERE de Andalucía.
De esta manera, se crearían parques
temáticos, con unos guías que tendrían su trabajo asegurado durante todo el
año. Como guinda, en cada Centro de Interpretación del Maltrato Español
se proyectarían audios con perlas cultivadas de Rajoy y Zapatero. Y, para
darle colorido, no faltarían los videos con los mejores goles de Messi al Real Madrid y de Brasil
a La Roja.
También tendría su calle Alternativa por Alemania, un nuevo partido que aboga por echar a España del Euro, con excepción de Cataluña
y Euskadi, que tiene su gracia. Y asimismo
habría una calle llamada Julie Girling,
la eurodiputada británica que pide el boicot turístico a España.
Aunque la plaza principal, por encima de todas y con
quiosco de música incluido, sería para Gibraltar. Así, Artur Mas
podría inaugurar una en cada pueblo de Cataluña,
dando abrazos y firmando autógrafos junto a Fabian Picardo, ese gran
estadista que gobierna La Roca.
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