La izquierda española tiene
un problema de identidad tras la canonización en chándal de Hugo Chávez. Y es que el líder
venezolano, siguiendo el ejemplo de Fidel
Castro, ha puesto de moda el atuendo deportivo. Pero –ahí viene el dilema–
con los colores de la enseña nacional.
¿Alguien se imagina a Javier Bardem con un chándal que
reprodujera la bandera española? El actor norteamericano Sean Penn, que ha alardeado de progresía vistiendo un chándal como
el de Chávez, tampoco será ejemplo
para Willy Toledo. Una lástima,
porque estaría hecho un pincel con el uniforme que diseñaron los rusos para el
equipo olímpico español.
Gaspar
Llamazares, que acude al Congreso
de los Diputados con traje y corbata, tampoco parece muy proclive a la moda
del chándal. Y eso que complementó sus estudios de Medicina con un máster de Salud
Pública en la Universidad de La Habana.
Y no hay constancia de que Cayo Lara, en su primera visita a Cuba hace tres años, alardeara de
comunismo con ninguna prenda deportiva. Aunque nunca es tarde para encargar a Nike una chaqueta de chándal con los
colores de la República. Seguro que
tendría sus seguidores.
A Rubalcaba, que fue campeón universitario de 100 metros lisos,
tampoco se le ve discutiendo la españolidad del PSC con un chándal patrio. Si acaso a Zapatero, ahora que se ha apuntado a las carreras populares.
Y hay que ver cómo se
levantaron en armas los detractores de Castro,
el ideólogo del chándal, cuando le vieron por primera vez vistiendo una prenda de
Adidas, multinacional de la muy
capitalista Alemania.
Al líder de la revolución
cubana, a quien se le permite cualquier cosa desde hace tiempo, le hemos visto
recientemente con un chándal de Umbro,
marca inglesa que ha acabado en manos de los imperialistas yankees. Tal exhibición se
produjo en la Asamblea Nacional, nada menos, acompañando a su
hermano Raúl.
Otro líder que se ha
apuntado al chándal revolucionario es el iraní Mahmud Ahmadineyad, lo
mismo que el ecuatoriano Rafael Correa.
A Evo Morales, de momento, le va más
la moda étnica. Y lo de Cristina
Kirchner queda en los pies de Messi.
Pero si los argentinos vuelven
el año que viene de Brasil con el Campeonato del Mundo la presidenta igual se anima. Garzón, vestido de portero como en los partidos de Proyecto Hombre, sería el complemento
ideal.
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