miércoles, 6 de marzo de 2013

Necesitamos un talent show de políticos corruptos

 
Los españoles, que somos unos escapistas peores de Houdini, huimos de la crisis de las dos maneras posibles. Saliendo por piernas con destino a Alemania o tomándonos a broma un sistema carcomido por la corrupción. Así, es normal que las redes sociales y los medios de comunicación se llenaran de sarcasmo tras el incendio en la clínica donde han operado al Rey.
 
Los correos bomba del socio de Urdangarin, un sabotaje del propio duque empalmado, la petición de retirada de la tarjeta sanitaria al monarca o que la corona está que arde son algunas de las innumerables ocurrencias del personal. Y es que, con tanto paro y mucho tiempo libre, no pasamos una.
 
Aprovechamos cualquier cosa para evadirnos de la realidad y disfrutamos con la desgracia del vecino. Por eso, triunfan Sálvame de Luxe, los piscinazos de Falete y cada una de las desventuras de la Casa Real.
 
Con seis millones de lunes al sol, el virus del suicidio haciendo estragos y Montoro metiéndonos la mano en el bolsillo, reconforta comprobar que la nobleza también tiene sus miserias.
 
Tan asqueados estamos por la corrupción –ya es el segundo problema de los españoles, según el Centro de Investigaciones Sociológicas– que nos estamos pasando en masa al Tú sí que vales, Gran Hermano y Famosos al agua. Si es que hasta los pocos seguidores que le quedan a la prensa de papel están dando la espalda a las noticias sobre políticos.
 
Cuatro de cada diez lectores confesaban –en otro reciente sondeo del CIS– no leer nunca la sección política de los periódicos. De ahí que el escaqueo de la realidad esté poblando de seguidores las emisoras de radiofórmula. Así, es normal que la mitad de encuestados tras el último debate sobre el Estado de la Nación digan que pasan olímpicamente de las noticias políticas.
 
A estas alturas, la solución va a ser un talent show para los aspirantes a un cargo público. Apadrinados por otro antiguo político que hubiera pisado antes el talego, ejercitarían el engaño a los jubilados, ensayarían cómo seguir enchufando de asesor a un amiguete y aprenderían a hackear ordenadores para acceder a correos electrónicos comprometedores.
 
Como prueba de riesgo practicarían la huida delante de una jauría de periodistas en paro.

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