Los españoles, que somos
unos escapistas peores de Houdini,
huimos de la crisis de las dos maneras posibles. Saliendo por piernas con
destino a Alemania o tomándonos a
broma un sistema carcomido por la corrupción. Así, es normal que las redes
sociales y los medios de comunicación se llenaran de sarcasmo tras el incendio
en la clínica donde han operado al Rey.
Los correos bomba del socio de Urdangarin,
un sabotaje del propio duque empalmado, la petición de retirada
de la tarjeta sanitaria al monarca o que la corona está que arde son algunas de las innumerables ocurrencias del
personal. Y es que, con tanto paro y mucho tiempo libre, no pasamos una.
Aprovechamos cualquier cosa
para evadirnos de la realidad y disfrutamos con la desgracia del vecino. Por
eso, triunfan Sálvame de Luxe, los piscinazos de Falete y cada una de las desventuras de la Casa Real.
Con seis millones de lunes
al sol, el virus del suicidio haciendo estragos y Montoro metiéndonos la mano en el bolsillo, reconforta comprobar
que la nobleza también tiene sus miserias.
Tan asqueados estamos por la
corrupción –ya es el segundo problema de los españoles, según el Centro de Investigaciones Sociológicas–
que nos estamos pasando en masa al Tú sí que vales, Gran
Hermano y Famosos al agua. Si es que hasta los pocos seguidores que le
quedan a la prensa de papel están dando la espalda a las noticias sobre
políticos.
Cuatro de cada diez lectores
confesaban –en otro reciente sondeo del CIS–
no leer nunca la sección política de los periódicos. De ahí que el escaqueo de
la realidad esté poblando de seguidores las emisoras de radiofórmula. Así, es
normal que la mitad de encuestados tras el último debate sobre el Estado de la Nación digan que pasan
olímpicamente de las noticias políticas.
A estas alturas, la solución
va a ser un talent show para los aspirantes a un cargo público. Apadrinados
por otro antiguo político que hubiera pisado antes el talego, ejercitarían el engaño a los jubilados, ensayarían cómo
seguir enchufando de asesor a un amiguete y aprenderían a hackear ordenadores para
acceder a correos electrónicos comprometedores.
Como prueba de riesgo practicarían
la huida delante de una jauría de periodistas en paro.
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