sábado, 22 de diciembre de 2012

Tras Fofito y el Gordo de los pobres sólo falta que el Rey destierre al yerno


Esperemos que Rajoy tenga razón, por fin, al anunciar que en 2013 las cosas van a cambiar. Y ojalá que la Lotería de Navidad sea la confirmación de que Los Mayas estaban equivocados y que para el final de España aún queda mucho. Porque a Carlos Fabra, que se sepa, no le ha tocado este año el Gordo y, además, el premio ha estado muy repartido. Esto, como principio, es muy esperanzador.

Para mayor satisfacción, los niños de San Ildefonso han regado de millones a parados, empleados de empresas en suspensión de pagos y jubilados escaldados con las promesas del Gobierno. Sí señor, es lo que necesitábamos, una inyección de moral. Y si esto se traduce en dinero contante y sonante, mejor. 

¡Qué bella es la imagen de dos desempleados, Noelia –que trabajaban como asistente en una cadena farmacéutica– y Luis –que se ganaba la vida como electricista–, besándose y sujetando el décimo de Navidad que salvará a su familia de caer al precipicio en Alcalá de Henares! 

Es más edificante, desde luego, que el rictus, entre malhumorado y justiciero, de Andrea Fabra –la hija del ex presidente de la Diputación de Castellón, a quien le tocó hasta siete veces la Lotería– cuando celebraba desde su escaño en el Congreso que Rajoy iba a darle un tajo a la prestación de los parados. 

“¡Que se jodan!, decía la diputada del PP, en una memorable intervención. Habrá que recordárselo hasta que el desempleo no alcance, como mínimo, unos niveles presentables para un país que se permite construir aeropuertos inservibles como el de Castellón, donde una estatua en honor a su padre espera la llegada de los aviones. 

Y también resulta entrañable, y metafórica, la imagen de Francisco Castaño, un olivarero de Jaén que evitará el embargo de su casa con los 400.000 euros del primer premio. El hombre, rebosante de emoción, posaba para los fotógrafos sin disimular la falta de uno de sus dientes. 

Francisco, tras pasar por el Juzgado para evitar el desahucio, podrá igualar su dentadura. Y dejará de estar mellado, como esta España amenazada por la piorrea de sus Autonomías y ese insoportable dolor de muelas llamado Cataluña. 

Como en los cuentos de Navidad, la Lotería ha devuelto la esperanza a los parados, hará más atractivos a los feos y convertirá en princesas a algunas de las muchachas del barrio de El Chorrillo, uno de los más sacudidos por la crisis en la ciudad de Cervantes. 

Ahora, y después de la inyección de moral de Fofito en el anuncio de Campofrío, ya sólo falta que el Rey diga que expulsa de su familia a Urdangarin. Pero, claro, la felicidad no puede ser completa. 

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