El futuro de la Universidad
Pública en España pasa por
convertir las aulas magnas en un teatro y que Paramount Comedy sea una
gran sala de grados a la que acudan nuestros doctores para defender sus tesis.
Nos lo hemos ganado a pulso.
Primero por la pusilánime actitud de las instituciones universitarias, que se dejaron llevar durante los últimos quince
años –como todo el mundo en este país– por una riada de dinero público. Después,
por la endogámica comunidad docente, que ha fomentado el amiguismo, desplazando ese mérito al que tanto apela el Gobierno
de Rajoy.
Ahora que los recortes acucian a los rectores, habría
que animar a nuestros universitarios a participar en un certamen internacional
de monólogos científicos. Las candidaturas ya se están
presentando desde el pasado día 4 y hasta el 31 de enero hay tiempo para
apuntarse. Aprovechando que en Madrid hay
profesores universitarios que se han animado a impartir clase en la Puerta del Sol no estaría de más que
algún catedrático ejerciera de improvisada Eva
Hache.
Así se podría crear, por ejemplo un nuevo programa investigador
denominado el Club de la Tragicomedia. Porque melodramático
resulta el llamamiento de unos rectores
que, en su conjunto, se responsabilizan de un ejército docente. Ahora
menguante, eso sí, pero que hace dos cursos alcanzaba la cifra de 100.600
profesores.
Para 1,3 millones de estudiantes, según los datos oficiales, no estaba nada mal. Así,
contando con que todos los alumnos acudieran a las aulas –algo milagroso en el
país del absentismo– tocarían a 13
estudiantes por docente. Y resulta que entonces no se quejaba
nadie porque, entre otras cosas, las bajadas de sueldo para los funcionarios eran simples nubarrones en el horizonte.
Dicen los organizadores del concurso de monólogos Famelab –así lo han dado en llamar–
que buscan científicos capaces de
relatar historias de ciencia con humor, sin perder el rigor. Se trata,
inciden, de crear una comunidad de
comunicadores científicos dispuestos a divertir al público. Pues bien,
alguno de los rectores que claman contra los recortes –y que este lunes
hicieron público un manifiesto– podrían haberse erigido en la nueva voz monologuista de la ciencia.
Como fuente de inspiración, alguno podría disertar
sobre la fregona, celebérrimo invento del aragonés Manuel Jalón, que está en el centro de una nueva derrota del
sector tecnológico español. Y es que los alemanes de Vileda han ganado a Spontex
la batalla de los mochos con cabezales universales. Una tragedia.
Lo peor del caso es que la empresa española ha hincado
la rodilla en nuestra propia casa, con una sentencia del Tribunal Supremo que obliga a indemnizar a los siempre altaneros germanos. Estamos
perdidos, como la Universidad Pública española.
No hay comentarios:
Publicar un comentario