martes, 18 de diciembre de 2012

Empezamos por dejar de fumar y acabaremos por detestar el Gordo de Navidad


Ya no somos compulsivos en el juego, porque este año gastaremos mucho menos en la Lotería de Navidad, dejamos de serlo hace tiempo con el tabaco, aunque en Eurovegas vayan a levantar la prohibición, y vamos camino de aborrecer el sexo.

Los españoles estamos hechos unos zorros, casi tanto como las promesas de Rajoy. Y, para colmo, hemos perdido ese impulso irresistible por escaquearnos del trabajo porque, o carecemos de él o tenemos miedo a perderlo. Si es que hasta el número de empresa para el Gordo de Navidad está en vías de extinción. Y eso que éste es el último año que los premios no tributan a Hacienda.

Hasta hace nada, España se movía por impulsos. Llegaba la Navidad y nos lanzábamos a comprar Lotería. Aparecía un antiguo vecino en Españoles por el Mundo, comiendo salmón y asegurando que Noruega era el paraíso, y se producía un colapso en la embajada. El Barça no dejaba respirar a los rivales y todos nos vestíamos de azulgrana. Parecía que no teníamos remedio.

Pero la crisis se llevó por delante a Zapatero, Ángela Merkel nos dijo a la cara que somos un desastre, hemos dejado de ir al fútbol y hasta el equipo de Messi, al paso que vamos, va a pedir la independencia. 

Urdangarin, un ex del Barcelona, también se movía con un ímpetu voraz hasta que lo frenaron en seco. Más o menos como su suegro, que ha terminado por colgar la escopeta. Porque, pese a pertenecer a la familia real, o tener la sangre más o menos azul, a los españoles siempre nos ha igualado nuestro carácter irreprimible. Incluidas unas primas lejanas del Rey, María Margarita Borbón Dos Sicilias Lubomirska y su hermana María Inmaculada, a las que se relaciona con la trama china de blanqueo de dinero.

Y es que ahora, salvo los nobles y los ricos, que siguen con su obsesión de evadir capitales a través de Nacho Vidal, además de un Gallardón que no tiene límite a la hora de subir las tasas judiciales, aquí hemos perdido las ganas de casi todo.

Aunque siempre nos quedarán nuestras Comunidades Autónomas, que además de llevarnos a la ruina, nos asfixian con más de 65.000 leyes nuevas cada año. Un millón de páginas, nada menos, ocupan las normas aprobadas anualmente por estos Reinos de Taifas contemporáneos. 

Vamos, el equivalente a casi 600 veces el tamaño de Guerra y Paz, el libro de Tolstoi con el que deberíamos dar en la cabeza a más de un presidente regional.


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