En
un país de tramposos, que retrataron Tony Leblanc y Antonio
Ozores estafando con la estampita y el trile en el Madrid del franquismo, ya estaba tardando en llegar
el timo
del Whatsapp.
Pues
nada menos que 40.000 euros ha estafado un figura, en dos meses, a un ejército de
fisgones que creyeron contratar una aplicación para el móvil con la que espiar
los mensajes. Y es que, además de tramposos, somos unos cotillas indecentes.
Así nos va con el horario infantil de las televisiones, que no hay manera de
librarse de los chismes.
En
Murcia –donde esta semana murió un
hombre tras engullir seis litros de cerveza en un estúpido concurso– han tenido
que echarle el guante a este cañí cibernético. Porque, pasarán los años, pero
seguimos con unas costumbres propias de Cine de Barrio.
Y
es que eso de espiar los mensajes de la vecina de enfrente o la maciza del
curro está visto que le pone al personal. Y con tanto ERE amenazante, a quién no le seduce eso de controlar los mensajes
del jefe.
Pues
ya se sabe, donde hay un timador tiene que haber unos pringaos que iban de listillos.
Y han tenido que ser muchos. Porque si el truco consistía en que, para
contratar el Whatsapp Espía, había que suscribirse a un servicio de mensajería Premium –que cuesta entre
1,45 y 7,20 euros– varios miles de cotillas deben haber caído en la trampa. Y
es que con tanto mensaje de Urdangarin
y Bárcenas, y con el exhibicionismo
del personal, el Whatsapp está que echa humo.
Desde
luego, no tenemos remedio. Porque aquí no se libra nadie. Aunque, para
listillos, los ricos. Y es que, según los Técnicos
de Hacienda, siete de cada diez euros que se ocultan a Hacienda pertenecen a grandes empresas y ricachones. Los mismos que
se llevan la pasta a las Islas Caimán y
que durante años se han estado desgravando una talegada con las famosas Sociedades de Inversión de Capital Variable
(SICAV).
A
esos listos sí me gustaría a mí cazarles algún mensaje. A ver si, por fin, doy
un pelotazo. Porque con la Primitiva
veo que no hay manera. Qué pena que el Whastapp Espía sea un timo.
Jajaja a más de uno le pondría los pelos de punta leer esto, Emilio. Cuántas infidelidades al descubierto, cuánta "tontá", cuánto sin sentido... si se pudiera espiar por Whastapp. En fin, con esto de los tecnicismos modernos, yo digo como mi abuela: 'virgencita, que me quede como estaba'... por si acaso, aunque haberme subido al carro haya sido, por progreso, inevitable.
ResponderEliminarUn saludo!!
Amiga Rosa, como ya comentamos en una ocasión, qué magia tenían aquellas cartas. Ilusión, esperanza, emoción... Podríamos describir mil sentimientos encerrados en un sobre. Ahora, exhibicionismo, farde, vacile, yo más que tú, mira cómo molo... El mundo Whatsapp nos atonta. En fin...
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