Mariano Rajoy, que nunca se moja
por nada, debe lanzarse a la piscina. Y ponerse el bañador como Ángela Merkel, su faro político, para
promocionar el sector turístico. Como hiciera Fraga en la playa de Palomares,
cubiertas sus vergüenzas con un meyba que hizo historia, el
presidente del Gobierno tendría que
recorrer ahora la costa española visitando calas y animando los chiringuitos.
En
Galicia, con un short de Calvin Kleine, Rajoy se pasearía en
barco entre Vigo y las Islas Cíes, acompañado del presidente
de la Xunta, Núñez Feijoo. Eso sí,
libres de narcos y contrabandistas.
En
Valencia, aprovechando que este año
se han quedado sin Fórmula 1,
animaría la última semana de junio dándose un baño junto a Rita Barberá. Y es que si hemos visto a la canciller zambullirse
con toda naturalidad en las piscinas de la isla de Ischia, frente a la costa de Nápoles,
por qué no la alcaldesa valenciana. Junto a Rajoy, en este caso con un boxer más atrevido, Barberá luciría palmito frente a La Albufera, donde Urdangarin pretendía construir un puerto deportivo en pleno parque
natural.
Allí,
además de revitalizar el turismo sostenible, Rajoy y Barberá darían
cuenta de una magnífica paella, la aportación culinaria española más universal.
Para acompañar, una sencilla ensalada. Y de postre, algo casero, para dar
ejemplo a los seis millones de parados que están a régimen con sopas de ajo y
mucha imaginación.
El
recorrido del presidente podría continuar en Tarifa. Tras dejar a Montoro
en el Ayuntamiento
–haciéndole una paralela a ese
alcalde del Partido Popular que
pretende echar hormigón a una playa virgen– Rajoy haría sus primeros pinitos en el windsurf. Embutido en un
bañador de surfero, paseando por las dunas con un rejuvenecido Arenas, reivindicaría el turismo más
amable con el medio ambiente.
También
podría aprovechar Rajoy, proclamando
las bondades del turismo de interior, para darse un chapuzón en la playa
artificial de Valladolid, si es que
queda algo después de la crecida del Pisuerga,
junto a Soraya, su vicepresidenta.
Logrado
el objetivo de vender la industria turística, Rajoy acabaría relajándose en las playas de Marbella, con un Aznar en slip de campeón olímpico
y una buena jauría de perros. No vaya a ser que a los periodistas se les ocurra
preguntar por la corrupción.
Me parece a mí que los políticos se "mojan" poco por el pueblo, aunque eso sí, hacen cualquier cosa por aquello de conseguir una buena instantánea...
ResponderEliminarMuy buen artículo, Emilio. Que no nos falle el humor, que en política ya nos falla casi todo.
Un saludo!!
En efecto, Rosa, que no nos falte el humor. Eso, de momento, no cuesta. Un saludo!!
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