jueves, 3 de enero de 2013

España está enferma y encarcela al rey Baltasar, pero tiene esperanza


España está enferma. Y es que un país con más de trescientos cargos públicos imputados –el último de ellos, el alcalde de Santiago de Compostela–, que tiene entre rejas a un Rey Baltasar, por tirar del bolso a una madrileña, y permite que el Metro de la capital se declare en huelga el día de la Cabalgata, tiene síntomas de carcoma.

Un país, dividido en diecisiete Reinos de Taifas –más dos ciudades autónomas–, cuyo monarca ha sido entrevistado por otro septuagenario como Jesús Hermida, que no le pregunta por los elefantes de Botsuana ni los negocios de su yerno, tiene muy mala pinta.

Aquel imperio donde no se ponía el sol, y en el que ahora hay desesperados que se queman a lo bonzo porque no tienen ni para comer, y donde los billetes de 500 euros no dejan de menguar, habiendo menos en circulación que en 2005, pide ayuda a gritos.

Necesitamos un rescate, y no sólo de la Comisión Europea ni del Fondo Monetario Internacional. Hace falta una regeneración que borre de nuestra memoria a caciques como José Luis Baltar, el líder orensano del PP a quien la Fiscalía acusa de enchufar a más de un centenar de parroquianos.

Nuestra antigua nación, que asiste sin inmutarse al cobro de 190 euros a cada aspirante a lograr un empleo en un colegio de Granada, y que castiga a sus ciudadanos con aumentos brutales del IBI por viviendas que han perdido hasta el cincuenta ciento de su valor, precisa una catarsis colectiva.

Y ya perdemos hasta nuestro espíritu solidario, puesto que uno de cada cuatro españoles han dejado de colaborar con las ONG para intentar salvarse a sí mismos. Si al menos pusiéramos en la calle los 1.691 millones de euros en pesetas que, según el Banco de España, guardamos en el calcetín, podríamos darnos alguna alegría.

Mientras tanto, los tiburones de las finanzas lanzan sus afilados dientes sobre las gangas inmobiliarias españolas. Así, varios fondos de inversión internacionales acaban de comprar edificios por valor de 150 millones de euros. Y parece que vamos camino, por fin, de ser atractivos para los inversores extranjeros a base de rebajarnos el sueldo y trabajar más horas, siguiendo el modelo que preconizaba el recluso Díaz Ferrán.

Pero hay esperanza porque, según el Gobierno, el final del túnel está próximo. Y es que la prima de riesgo –preconizan ya los economistas– puede caer en unos meses hasta los 300 puntos. Incluso el paro ha bajado en diciembre y el año pasado hubo tantos muertos en la carretera –unos 1.300– como en 1960. 

Ese año, precisamente, se aprobó la Ley de Ordenación de la Emigración y dejaron España en busca de trabajo unas 70.000 personas. Las mismas, más o menos, que en 2012. Y es que la historia muchas veces se repite. Pero nosotros no aprendemos.
 

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