Si la muerte de un reconocido
artista siempre invita a la melancolía, cuando son dos los decesos que
coinciden en el tiempo –Carlos Larrañaga y Bernardo Bonezzi–, evocación y
nostalgia adquieren carta de naturaleza. Y más
cuando los fallecidos pertenecían a dos generaciones bien representativas. El actor,
nacido en 1937, a la de los hijos de la Guerra Civil; el compositor, fallecido
a los 49 años, a la de La Movida Madrileña.
No es fácil ser original en obituarios y noticias de alcance. Pero tampoco
hay que eludir por sistema los lugares comunes, aquellos que reconoce el gran
público. Así, en el caso de Larrañaga, hemos leído en El País que el actor era un “galán del cine, el teatro y la
televisión”.
Sin duda, “galán”, con sus
diferentes matices, es el adjetivo más repetido para definir al actor
barcelonés. En este sentido, para El
Mundo, era un “un galán de los de antes” y, según La Razón y Antena 3, hemos
perdido al “eterno galán”. La Cadena Ser
ha ido más allá, considerando a Larrañaga “un galán todoterreno”.
ABC
aporta el calificativo de “conquistador vocacional”, que repiten otros medios
de comunicación, como Público,
mientras que El País le recuerda como “arquetipo de guapo versátil”. Ahondando en su condición más
profesional, El Mundo subraya que el
intérprete catalán “hizo de malo, de bueno, de duque, de hijo, de abuelo y,
siempre, de seductor”. Quizá en La Razón
y La Verdad se compendie la imagen que,
para el espectador medio, ha quedado de Larrañaga. “Eterno galán que hizo
papeles de secundario” y una de las piezas clave de la serie coral Farmacia de
Guardia, cuyo último capítulo –en 1995–, “logró una audiencia del 62%”. Nada
menos.
En el caso de Bonezzi, se ha
destacado, como hace El País, su
condición de “niño prodigio” de La Movida. “Emblema” lo califica El Mundo, mientras que en ABC se le despide como el “más joven
triunfador” de aquel movimiento. En el
diario de Vocento, Manuel de la Fuente multiplica sus adjetivos, al señalar que
el autor de Groenlandia “siempre fue
un tipo muy especial. Elegante, cultísimo, serio, personalísimo y casi siempre
intransferible”. De la Fuente culmina su artículo afirmando: “Estratosférico
fue su talento sin fronteras y su carrera tan poco habitual como deliciosamente
trabada”.
“Fallece a los 49 años el
icono precoz de La Movida”, titula El Periódico de Catalunya en referencia
a Bonezzi, quien es visto por La Verdad
como “el zombi de La Movida”. Con él –agrega
este diario– “se va un capítulo sofisticado y dandi” de ese movimiento tan etéreo
como recordado, símbolo de una modernidad muy mediática.
En el reconocimiento de Bonezzi
–“el Mozart de La Movida”, en un
exagerado epíteto de La Verdad– ha
pesado más su condición de fundador de Zombis, con sólo trece años, que su
excelente labor como compositor para Almodóvar (Laberinto de pasiones, La ley
del deseo y Mujeres al borde…) o
Díaz Yanes (Sin noticias de Dios y Nadie hablará de nosotras cuando hayamos
muerto).
La cultura popular es así,
difícil de sustraerse al lugar común y al primer gran éxito.