La
inagotable línea roja
La Delgada Línea Roja, tan magnífico documental al mejor estilo
National Geographic como plomiza película sobre la Segunda Guerra Mundial,
marcó un hito en el lenguaje utilizado por la mediocre clase política y que
reproduce con fruición la adocenada tribu periodística. Así, desde que el
enigmático –y sobrevalorado– Terrence Malik recibiera el sonoro aplauso de la
crítica y la incomprensión de un ejército de espectadores –como sucedió más
recientemente con El árbol de la vida–,
los recortes aplicados por la crisis económica no debían ‘traspasar
determinadas líneas rojas’. Y qué decir de las conversaciones entre los sesudos
dirigentes del PSOE y PP a la hora de ‘marcar las líneas rojas de la lucha
antiterrorista’. Por no hablar de otras ‘líneas rojas’ que, en el
grandilocuente lenguaje de determinados políticos regionales, ‘no había que
traspasar nunca en materia de cesión de competencias’.
La propia crisis, en
todas sus variantes, ha convertido la vida del común de los mortales en un
campo minado de amenazas, prohibiciones e inevitables ‘líneas rojas’. Porque
así se encargan de recordárnoslo políticos y articulistas desde que, en 1998,
se estrenara el film –The Thin Red Line, en su título original– sobre la campaña del Pacífico y la cruel
batalla de Guadalcanal. Aunque los orígenes de la célebre expresión –que dio
título al libro de James Jones en el que se inspiró la película– haya que
buscarlos en la guerra de Crimea, a mediados del siglo XIX.
Tres lustros han pasado
desde que James Caviezel, en su papel de inocente y emotivo soldado Witt, en
medio de una nómina de estrellas en pequeños papeles –como Clooney, Nolte o
Penn– reflejaran el absurdo terror de la guerra. E imborrable y machacón ha
sido el legado de La Delgada Línea Roja
en el lenguaje de los medios de comunicación. Mucho más ahora que se nos
reproduce un presente salpicado de trampas mientras que el futuro se divisa
como una colina extraordinariamente escarpada en la que nos espera un batallón
de aguerridos adversarios dispuestos a enviarnos al infierno.
Una web de reciente
creación, www.lineasrojas.org,
alentada por un grupo de militantes y simpatizantes del PSOE, reivindica ‘unas
líneas irrenunciables’, que ellos aseguran ‘defender con fuerza’. El mismo
ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, reconocía a finales de
abril haber traspasado ‘líneas rojas’ en educación, debido a la desastrosa
situación de las finanzas españolas.
Son dos ejemplos de que la expresión está más viva que
nunca. Y es que, impertérrita a las modas, se retroalimenta con las malas
noticias. Como los partidos de oposición y la prensa de toda la vida.